El rol de la Clase Política frente a un conflicto bélico

“La guerra es el padre y el rey de todas las cosas”.
Diels. H. “Fragmentos”. Fr. 53.

En la búsqueda de algunos elementos para la discusión.

Una de las definiciones de guerra, nos dice que es un acto político, la cual debemos de entender como un conflicto social global, organizado entre dos o más grupos, y que el destino, de los combatientes, no se juega en una sola decisión o acción. Es un acto político, en la medida que entendemos por tal a toda acción que se realiza entre hombres, que se reconocen a si mismos como tales y que son capaces de llegar a niveles de acuerdo en torno a cuestiones que les son fundamentales. Además, es a partir de la creación de las armas atómicas, biológicas y químicas, es decir, las armas de destrucción masiva, en donde la acción contra mí enemigo puede, y de hecho así sucede, finalmente llegar sus efectos a mí, y la acción de terminar con él otro, implica mi propio suicidio.

Pero, la guerra no es un fin en sí mismo y jamás lo será, si lo fuese, sería un acto de suicidio disfrazado y nosotros los hombres que participamos, lo único que esperaríamos, es el minuto en que nos debemos quitar nuestra existencia, pero como somos incapaces de hacerlo por nuestros medios, propios y personales, montamos una misa en escena en donde la acción de quitar la vida al otro es algo valido y justificado.

Toda guerra, desde sus inicios, rompe desde sus cimientos lo normal y cotidiano de las sociedades y de los grupos en conflicto, en este proceso de ruptura, cuyas velocidades nunca son continuas y tampoco poseen una dirección definida o un norte más o menos claro, quedan al descubierto los mecanismos más íntimos de la aparente normalidad social – política – económica religiosa de esas sociedades en época de paz. Emergiendo de todo este proceso que irrumpe desde el interior de la comunidad, la reflexión crítica. Las interrogantes van tomando forma y cuerpo, como sombras danzantes que se auto impulsan con una aceleración creciente producto de las informaciones que vienen desde los frentes de combate. Desde todos los sectores sociales va creciendo esa necesidad de respuestas coherentes, pero es desde su intelectualidad, en donde la búsqueda de la verdad, respecto a las causas y efectos del conflicto van adquiriendo la más cruda versión de la realidad.

Son sus intelectuales, las mejores flores del jardín social, los llamados a investir el duro oficio de mostrar en toda su magnitud la herida social de su generación y son ellos, de una manera muy triste, los que primero caerán bajo la furia ciega de los organismos de seguridad interna, pero además, se verán expuestos a la acción intencionada de la red invisible que siempre intenta tejer nuestros enemigos a interior del cuerpo social. Todo lo anterior, implica que se verán envueltos en un fuego cruzado del cual, muy pocos podrán salir bien parados del exilio, la visita forzada a una cárcel escondida o la desaparición forzada en una sima perdida.

La acción política y sus objetivos políticos si son un fin en sí mismo. La Diplomacia es la acción política de los burócratas del Estado, destinada a convencer a los demás de lo falaz y equivocado de sus líneas arguméntales y de lo correctas y grandiosas que son las nuestras.

Es por ello, que para tratar de alcanzar los objetivos políticos definidos por los gobernantes de turno del Estado, se lanzarán en eso de usar y abusar de distintas clases o tipos de acciones, por ejemplo:

I.- Los movimientos estratégicos, es decir, de un fantasma llamado fuerzas potenciales de rápida acción, en el sentido de saber vencer sin gastar ningún proyectil y sin mover a ningún hombre, sólo haciéndole saber, en forma velada, a nuestros potenciales enemigos que nuestras fuerzas pueden estar en movimiento en este instante.

II.- La violencia simbólica y real de fomentar – ayudar en forma encubierta a:

  1. Grupos revolucionarios opuestos a nuestros potenciales enemigos, es decir, los enemigos de mis enemigos son mis amigos.
  2. Grupos influyentes al interior de nuestros potenciales enemigos y a todo aquel, persona o institución que con dinero y apoyos de distinta naturaleza, nos pueda ayudar en los propósitos perseguidos, todo ello, sin que los descubran, dado que si eso ocurre, todo se niega.

III.- El apoyo, abierto o solapado a los enemigos de nuestros enemigos, (la ayuda puede ser logística y de inteligencia; armas y municiones de todo tipo; dinero y todo tipo de prestaciones financieras destinadas a blanquear fondos de dudoso origen; becas de diferente naturaleza, con el paraguas de humanitarias, para los combatientes y sus familiares más cercanos y por ende asistencia afectiva – efectiva y prestación de ayuda médica, social y cultural a uno o más de los bandos en conflicto), quienes son nuestros amigos y aliados, todo bajo las banderas de la neutralidad, los altos principios humanistas, la libre determinación de los pueblos y por supuesto el Derecho Internacional.

IV.- La asistencia, promoción y financiamiento a Organismos de Carácter Internacional y a Instituciones de Poder Espiritual que la más de las veces sirven para legitimar bloques y mayorías de poder.

La Diplomacia, jamás debe dar por agotados todos los resortes, hilos y teclas que utilizar, tales como las fuerzas potenciales que sobre el papel muestra; las acciones encubiertas de las agresiones ideológicas y de los aliados reales, potenciales o ficticios. Ella, además, dispone de un recurso extremo, el cual jamás lo puede manifestar en forma abierta, siempre son los otros los que nos imponen ir a esa situación, para hacer valer la superioridad de sus argumentos, más allá de cualquier consideración axiológica de los mismos: la guerra.

La cual, la guerra, como carta posible de jugar en la mesa de diálogo diplomático, se debe usar como un recurso posible – extremo, nunca el último, y en un momento crítico de la vida de las naciones, dado que su solución de continuidad nunca es posible de determinar. Ella, la guerra, como acción social de movilidad, es única e irrepetible en la historia del hombre y de sus pueblos, no existen dos conflictos semejantes, ni parecidos y moviliza a las fuerzas reales que una nación está dispuesta a proporcionar al conflicto. Es bueno recordar y señalar que desde el comienzo de la historia escrita del hombre, los días consagrados, por las naciones a conmemorar y recordar hechos de violencia armada, es uno de los pilares de la cultura oficial de los Estados. Todo ello como parte fundamental de un proceso educativo, destinado a destacar y fortalecer nuestra potencia socio ideológico defensiva; recordaremos una y mil batallas o combates en los distintos conflictos bélicos en que como pueblo hemos participado; la bravura, valentía y cuanto epíteto posible de usar para destacar tal o cual hecho militar en donde nuestros héroes se coronaron de gloria; los días consagrados a la paz, la fraternidad entre pueblos y lazos de buena voluntad, en muchas naciones no existen, o son meras declaraciones de buena crianza, pues impiden desarrollar mentalidades ofensivas en amplios sectores de nuestros estamentos sociales, y por ende les impide acumular energía para una guerra que vendrá, como una maldición escrita en los cielos y desarrollar una disciplina en toda la nación para tener un ejército obediente y dispuesto a esa confrontación que más tiene de mesiánica o de profecía auto cumplida que de real.

LA GUERRA, ACTO POLÍTICO, AHORA Y SIEMPRE.

“Muchos son los ríos de tinta en donde ha navegado el ingenio humano tratando de llevar la política a una ciencia, filosofía, arte, técnica o brujería propia de iniciados”.

La política como acto social de compartir la palabra entre hombres que se reconocen hermanos e hijos de un mismo Padre y herederos de un mismo lugar en el universo, mas ella, no es un fin último, en sí, que absorba a todos los demás y, menos que su clase dirigente sé auto convoque en un altar. No obstante, si bien la política, como acción y la clase política, los hombres que tienen en sus manos el poder de la decisión, no lo es todo, está y debe estar en todo. Lo anterior, se debe tener presente el rol fundamental de la clase política, sobre todo, que en un conflicto, se posee una sola seguridad y ella es de saber cómo comienza el lió y no tener absolutamente ninguna certeza de como terminara. Además, es bueno señalar y tener presente que las atrocidades, salvajismos y brutalidades corren de la mano de los beligerantes y ellas son propias de una bestia cruel que goza con el dolor ajeno, ello es independiente del Dios que Adoren o el Verbo que Oren, solo dependerá de quien escriba la historia para condenarlos o santificarlos. Lanzados los beligerantes en los brazos de Marte, sólo interesa imponer nuestra voluntad, ya no importa él por qué y las pérdidas materiales y humanas de los otros son inmensas, y por supuesto las nuestras, siempre son mínimas, sin importancia y quienes han caído, siempre son héroes y sus actos son dignos de todo tipo de loas y alabanzas. En el coro social de los actos cometidos y dejados hacer, siempre nuestra clase política tendrá definitivamente un grado de responsabilidad, por omisión o por lo que fuere.

La guerra es y será siempre un acto político; nace, crece y se desarrolla como una consecuencia de ella. Este supuesto binomio, guerra y política, debe estar siempre del lado y bajo el eje de la política y de la acción directa de nuestra clase política , como tal, cuerpo pensante y materia gris, y por cierto camino – circunstancia y alternativa, el cual, posee al menos tres elementos que podemos distinguir y señalar:

I.- Una pasión desenfrenada y loca que emborracha a las multitudes, con argumentos de carácter profético o de cualquier naturaleza semejante. Ese es un licor que deben beber los otros, no ellos, bajo ninguna circunstancia, quién toma decisiones al calor de la pasión va irremediablemente al fracaso.

II.- Un análisis permanente de todas las posibilidades, Juegos de Guerra o Teatros de Operaciones o Teorías de los Escenarios o Información de la red Invisible. Todo a la luz de la razón y del conocimiento, en donde la acción de lo concreto y real, medido en los hombres y en los recursos, es y debe ser la primera y principal preocupación de clase política lectora de los informes de los oficiales de Estado Mayor. Pero, además, debemos recordar que en teoría, jamás se comete un error, ellos, se viven en lo real y se cuenta en pérdidas humanas y materiales, las cuales para los que las padecen, son más grandes que una catedral.

III.- Un proceso de palabras medidas, pensadas e hiladas por los intelectuales de la burocracia gubernativa, en donde ellos, los Diplomáticos, objetivo fundamental de su función, es de encargarse de buscar en el cajón de historia, uno tras otro, los argumentos sobre este mundo y el otro, de intentar reconocer lo no reconocible y vice versa, en donde la mentira es un arte y en él se deben mover, si ello conviene a los altos intereses de Estado.

A MODO DE CONCLUSIÓN.

Los lectores reales de los acontecimientos y de los vientos que llevan las acciones en que nos encontramos embarcados, es la clase política, no existe, ni puede ser traspasada a ningún otro segmento de la sociedad dicha responsabilidad. Son los intelectuales los llamados a lanzar las primeras voces de alerta si ello no se está cumpliendo.

—por Manuel Giannini Urrutia